miércoles, 4 de noviembre de 2009

Aclaraciones históricas: El Quijote, obra de Hidelberg Ferrino

La verdadera historia del Monumento a Cervantes de Mar del Plata


A los 400 años de la primera edición de
"El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha"
y a los 30 años de la inauguración del monumento marplatense.
Hay veces que en el decir popular, por falta de verdadera información, se incurre repetidamente en equívocos importantes. En el caso que nos ocupa hoy está la prueba de ello.

En alguna ocasión alguien creyó y dijo (nadie sabe quién, ni importa) que el magnífico Monumento a Cervantes ubicado en la Plaza España, frente al mar, ya clásica postal marplatense, sitio preferido de los novios y las quinceañeras para sacarse sus más hermosas fotos inmortalizando bellos momentos de sus vidas, era una réplica del monumento homónimo en la ciudad de Madrid. Nada más inexacto e injusto, puesto que tanto el ojo atento y como el que no lo es, aprecian enseguida enormes diferencias. Quien ha recorrido la ciudad española sabe de qué se trata, y quien afirma el error común que estamos señalando, evidentemente habla sin conocimiento.

El poético Monumento a Cervantes, obra de escultor marplatense Hidelberg Ferrino, fallecido en 1997, fue realizado en bronce e inaugurado en 1975, con motivo del centenario de la ciudad, un año después del mismo, donado por la tradicional Tienda Los Gallegos, por la gestión y generosidad de Martín Navarro y José Vicario. Ferrino se inspiró en los relatos de su profesor de geografía de la Escuela Normal Nacional "Mariano Moreno", allá por 1939, el inolvidable e ilustrado señor Orlandini, experto en la clásica obra literaria, que solía hablar más de los libros inmortales que del tema del día, quien enseñó los simbolismos de la obra de Cervantes a sus alumnos y en los que se basó el futuro escultor para hacer su monumento.

Rocinante simboliza a la humanidad agobiada, de allí la curva frágil, anciana e inestable de su figura. El Quijote es la espiritualidad, por eso apunta a las estrellas y es totalmente magro en carnes. Sancho representa a la materialidad y le cede paso a su señor con la bacinilla de barbero en la mano, improvisado yelmo. Ambos no pueden vivir separados pero la materialidad le da el lugar de privilegio a la espiritualidad. El brazo desnudo del Quijote es el fiel modelo del brazo de la tía María, hermana de la madre del escultor, quien posó a sus 80 años de edad para tal fin. La figura está parada sobre sus estribos formando un triángulo que, al decir de Ferrino, es la figura geométrica más fuerte que existe, además de sagrada. Las dos agujas altísimas simbolizan América y España y los cinco escalones tienen que ver con los cinco continentes. La tierra manchega está representada en el color amarronado de los cantos rodados, y los canteros tienen plantas europeas y americanas. "Ideal permanente en la lucha por un mundo mejor" es la frase del profesor Orlandini, enamorado de la obra inmortal, que marcó un hito en el sueño de Ferrino de hacer un monumento tan poético y que sirviera también, entre muchos homenajes, como un homenaje a su inspirador en el secundario. Cervantes observa desde el fondo el avance de su obra que lo antecede, porque es una confirmación más del hecho de que la obra es más conocida que el autor. La mano derecha del guerrero de Lepanto comprime suavemente el libro sobre sí y es el retrato exacto de la mano de uno de los más grandes historiadores marplatenses, nuestro querido poeta éuskara don Félix de Ayesa.


La rampa ascendente simboliza la evolución, y el monumento de Madrid está sobre un espejo de agua, rubricando una voluminosa estructura que culmina en lo alto con figuras del pueblo español de la época. El Quijote madrileño es un robusto señor que da la voz de alto, extendiendo su autoritaria mano hacia adelante, lanza en ristre, sobre una bella cabalgadura, y su lanza está justamente en la otra mano, a la inversa del Quijote marplatense. Además, los flanquean dos figuras, Aldonza Lorenzo y Dulcinea del Toboso, la eterna doncella que provocó el amor del héroe, la real y la imaginaria, respectivamente.

Cuando Hidelberg Ferrino daba sus últimos toques al conjunto de la obra, siendo también autor de su avanzado diseño arquitectónico, estaba viviendo una de las épocas más difíciles de su vida. Quien fuera su leal y bondadosa esposa, Juanita Abraham, padecía una penosa enfermedad que culminó con su vida exactamente siete días después de inaugurada la obra. Entretanto, alentándolo y acompañándolo en el trabajo que había que cumplir con fecha establecida, veinticuatro alumnos de la escuela secundaria en la que el popular profesor Ferrino daba clases de dibujo lo rodeaban a diario, al compás de las guitarras y matizando las reuniones con rondas interminables de mate. Ellos sabían de sus pesares y se mantuvieron por meses fieles a su líder moral.

Al inaugurarse el monumento en medio de una multitudinaria y fantástica fiesta de cumpleaños de la ciudad, se descubrió la placa de granito que lleva en su parte trasera la obra, al pie de las dos columnas blancas: un texto explicativo de la donación enmarcado por un dibujo grabado de Ferrino representando el paisaje típico de la costa marplatense, en el que se ve, nítidas y airosas, veinticuatro gaviotas en vuelo hacia distintos horizontes. El maestro explicó al público, sorprendiendo a sus jóvenes amigos, que en la piedra y en su corazón, esas gaviotas eternizarían un apoyo que nunca olvidaría.

Por todos los detalles y por el conjunto del diseño de toda la obra, resulta inexacto decir que los monumentos de Madrid y de Mar del Plata se parecen. Cada uno es único y el "nuestro" es un canto a la vida, a la evolución y a la paz, tal como Cervantes pretendió dejar en su mensaje a la humanidad en la profundidad de sus letras.


Elizabeth Eichhorn
Artista plástica y profesora de arte



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